Que tururururú,
que tururururú,
que tururururú,
que la culpa la tienes tú.
Ya se murió el burro
que traía la vinagre.
Ya lo llevó Dios
de esta vida miserable.
Estiró el pescuezo,
arrugó el hocico
y con el rabo tieso
murió de improviso.
Todas las vecinas
fueron al entierro
y la tía María
tocaba el cencerro.
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